martes, 26 de abril de 2011

PRENSA. "Mal bicho, pero genial", de Juan Goytisolo. (Sobre Céline y Quevedo). Texto para actividades

Louis-Ferdinand Céline
En "El País":
Mal bicho, pero genial

JUAN GOYTISOLO 12/04/2011

   En un excelente artículo publicado recientemente en estas páginas (Los réprobos, EL PAÍS, 30 de enero de 2011), Mario Vargas Llosa comentaba la lamentable decisión del Gobierno francés de suspender el proyectado homenaje a Louis-Ferdinand Céline en razón de su odioso antisemitismo y su abierta colaboración con los nazis.
   Comparto enteramente su opinión: la extraordinaria empresa subversiva de Viaje al final de la noche y la infame labor panfletaria convivían en efecto en la misma persona pero importa deslindar una de otra. Una creación literaria de la hondura y alcance de la obra maestra de Céline no se sujeta a corrección alguna: brota como un volcán de luz incendiaria con su acompañamiento de escoria. En todos los países e idiomas hay infinidad de poetas y narradores de una corrección política y ética sin mácula, pero de mediocridad irremediable, y algunos que, como el novelista francés, aunaron el genio con un pensamiento y conducta absolutamente abyectos.
   No está de más recordar aquí que una obra "correcta" en todos los sentidos del término sería forzosamente didáctica y, por ello, ajena a la esencial rebeldía artística. Los escritores son seres humanos con diversos grados de nobleza y miseria y en la lista de quienes encarnaron esta última y dieron rienda suelta a los peores instintos de la especie a la que pertenecemos.
   Vargas Llosa menciona con razón a Quevedo. El autor de los más bellos sonetos de amor escritos en nuestra lengua y de una obra de la riqueza e inventiva verbal del Buscón era, desde el punto de vista de nuestra ética social y de la honradez exigible a una persona, un perfecto mal bicho. Si las alusiones a las narices atribuidas a los conversos y su horror al tocino se suceden a lo largo de la novela en unos capítulos de lectura sabrosa, sus poemas satíricos y burlescos (412 sin contar los que contienen hirientes befas de algunos de sus colegas) compendian un vasto muestrario de racismo, antisemitismo, misoginia y homofobia que no perdonan a nadie con excepción de los militares y de los curas de misa y olla.
   Las burlas de los negros, de los mulatos, de los moros ("Nacida en Morería / sin que tú puedas negarlo; / y si las moras son perras / de casta le viene al galgo"), de las viejas ("tumba os está mejor que estrado y sala; / cecina sois en hábito de harpía"), de las flacas, de las de baja estatura ("enana sois entre los pigmeos"), de sus odiados cristianos nuevos ("Aquí yace Mosén Diego / a Santo Antón tan vecino / que huyendo de su cochino / vino a parar en el fuego" -de la Inquisición, claro-"), de los sodomitas, casi siempre italianos ("Tú que caminas en campaña rasa / cósete el culo, viandante, y pasa"), etcétera, ocupan docenas de páginas de su extensa vena satírica. Y si de ésta pasamos a los Sueños, comprobaremos que su infierno poético está poblado de comerciantes, sastres, cirujanos, prestamistas y otros oficios propios en aquellos tiempos de las castas judía y morisca. Frente a la hornada de réprobos, Quevedo salva de la quema, como dijimos, a quienes profesan la carrera de las armas, la única noble y digna de un hidalgo español.
   En un extraordinario ejercicio de dicotomía, el autor de unas composiciones cuya lectura nos deslumbra con la precisa y bella evocación de la mujer amada se entrega sin rebozo en La hora de todos a la más abyecta misoginia: "Considérala (a la mujer) padeciendo los meses, y te dará asco, y cuando esté sin ellos, acuérdate de que los ha tenido, y que los ha de padecer, y te dará horror lo que te enamora, y avergüénzate de andar perdido por cosas que en cualquier estatura de palo tienen menos asqueroso fundamento". ¿Se puede ir más lejos en la aversión, oh cuán viril, del otro sexo?

   El Parnaso, tan sugestivamente descrito por Cervantes, ha sido siempre un semillero de odios, disputas y rencillas (genus irritabile vatum decían ya los clásicos), pero la saña de Quevedo con sus rivales supuestos o reales no admite parangón en nuestras letras. Sus décimas contra Góngora, a quien acusa de sodomía ("De vos dicen por ahí / Apolo y todo su bando / que sois poeta nefando / pues cantáis culos así") y de ascendencia judaica ("¿Por qué censuras tú la lengua griega / siendo solo rabí de la judía / cosa que tu nariz aun no lo niega?) resultan todavía más deleznables si se tiene en cuenta el escrutinio y acoso del Santo Oficio a los sospechosos de judaísmo y a los culpables del crimene pésimo. Quevedo vierte su malquerencia al cordobés ("Yo frotaré mis obras con tocino / porque no me las muerdas, Gongorilla") y, con el aplomo que le confiere su estatus de sangre limpia, arremete con su espadachín contra quienes detesta cebándose en sus defectos físicos, como al dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón. Los romances, décimas y letrillas del autor del Buscón no carecen de gracia, pero dicen muy poco a favor de la calidad humana de quien los perpetró.
   Con todo, el patrioterismo de Quevedo, ese español de casta que abominaba de cuanto es ajeno a nuestras más puras esencias, no obedecía únicamente a unos sentimientos viscerales de pertenencia a una gran nación cuyo declive advertía: su afán de hacer carrera en la corte y acumular beneficios no pueden pasarse por alto.
   Cuando Olivares, el mejor estadista de toda la dinastía de los Habsburgo, propuso el copatronazgo de santa Teresa con Santiago en una época de angustia nacional ante la inexplicable incomparecencia del último en el desdichado curso de la guerra de Flandes y el desastre de la Armada Invencible, el cabildo de Santiago, viendo en peligro sus privilegios, buscó una pluma que defendiera la causa del Apóstol y no halló otra mejor que la de Quevedo. La argumentación jacobea de éste no tiene desperdicio. Lo que Dios aprecia más, nos dice en Su espada por Santiago, es la victoria de sus ejércitos y ¿cómo puede una mujer ponerse al frente de ellos? El Apóstol, en cambio, prosigue, combatió en cuatro mil batallas y cortó personalmente la cabeza a once millones y quince mil moros. La deuda de la España católica contraída con él es inmensa y poco pesa en la balanza la virtud de la santa de Ávila.
   Si el cálculo exacto de batallas y moros muertos nos deja perplejos, la prueba del arribismo sin escrúpulos del poeta no le va a la zaga. Quevedo no fue un buen ajedrecista en el campo político como nos informa su biografía, pero no se paraba en barras en cuanto a su medro personal.
   Está hoy bien documentado que cobraba por sus informes de la Embajada de Francia y su exaltación nacionalista y católica no andaba reñida con el provecho de su bolsillo. Tan sólo esto lo distingue de Céline, poco atento al arte de hacer carrera. En lo demás comparte con él el genio literario y una conducta ignominiosamente vil y rastrera.

                        Juan Goytisolo es escritor.


ACTIVIDADES:
1. ¿Cuál o cuáles son los motivos por los que Juan Goytisolo escribe el artículo?
2. ¿Qué defiende el autor del artículo?
3. ¿Qué tipo de texto es? Razónalo.
4. ¿Por qué aparece Quevedo en el artículo?
5. ¿Cómo queda definido Quevedo?
6. ¿Qué característica esencial cree Juan Goytisolo que tiene la obra artística y literaria? Coméntala.
7. Resume el texto.
8. Nombra todos los tipos de poemas y/o estrofas que aparecen mencionados en el artículo.
9. ¿Qué obras de Quevedo nombra el autor del texto?
10. Busca el significado de las palabras y/o expresiones que no entiendas.
11. Escribe un breve texto en el que expongas tu opinión argumentada sobre la línea temática del artículo.
Juan Goytisolo

viernes, 15 de abril de 2011

FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS (1839-1915), fundador de la Institución Libre de Enseñanza. Elegía y descripción, por Antonio Machado

Giner de los Ríos

   El próximo miércoles 27, vamos a asistir, para celebrar el Día del Libro, a una mesa redonda sobre la figura de don Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza.
   Para "familiarizarnos" un poco con él, vamos a leer y comentar tres textos:

1) Sobre la Institución Libre de Enseñanza, sacado de la Wikipedia:
    Destacó como jurisconsulto y como pensador, pero será con la fundación de la Institución Libre de Enseñanza cuando salga a relucir el genial pedagogo que Giner llevaba dentro. Desde ese instante y hasta el final de sus días, don Francisco Giner de los Ríos se dedicará en cuerpo y alma a poner en práctica las líneas pedagógicas que definen la Institución: formación de hombres útiles a la sociedad, pero sobre todo hombres capaces de concebir un ideal; coeducación y reconocimiento explícito de la mujer en pie de igualdad con el hombre; racionalismo, libertad de cátedra y de investigación, libertad de textos y supresión de los exámenes memorísticos. En una palabra, una escuela activa, neutra y no dogmática, basada en el método científico, que abarca toda la vida del hombre y que pretende la formación de hombres completos, abiertos a todos los ámbitos del saber humano. Giner opuso la libertad a la autoridad

Antonio Machado

2. Don Antonio Machado describe a Giner de los Ríos:

   Era don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad; pero su espíritu fino, delicado, no podía adoptar la forma tosca y violenta de la franqueza catalana, derivaba necesariamente hacia la ironía, una ironía desconcertante y cáustica, con la cual no pretendía nunca herir o denigrar a su prójimo, sino mejorarle. Como todos los grandes andaluces, era don Francisco la viva antítesis del andaluz de pandereta, del andaluz mueble, jactancioso, hiperbolizante y amigo de lo que brilla y de lo que truena. Carecía de vanidades, pero no de orgullo; convencido de ser, desdeñaba el aparentar. Era sencillo, austero hasta la santidad, amigo de las proporciones justas y de las medidas cabales. Era un místico, pero no contemplativo ni extático, sino laborioso y activo. Tenía el alma fundadora de Teresa de Ávila y de Íñigo de Loyola; pero él se adueñaba de los espíritus por la libertad y por el amor. Toda la España viva, joven y fecunda acabó por agruparse en torno al imán invisible de aquella alma tan fuerte y tan pura.

3. Para finalizar, la elegía que don Antonio Machado le escribió a su muerte:

A DON FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS
Como se fue el maestro
la luz de esta mañana
me dijo: van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.
¿Murió?... Sólo sabemos
que se nos fue por una senda clara,
diciéndonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no más, sed lo que he sido
entre vosotros: alma.
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan,
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!

Y hacia otra luz más pura
partió el hermano de la luz del alba,
del sol de los talleres,
el viejo alegre de la vida santa.
...Oh, sí, llevad, amigos,
su cuerpo a la montaña,
a los azules montes
del ancho Guadarrama.
Allí hay barrancos hondos
de pinos verdes donde el viento canta.
Su corazón repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas...
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.
                                      Baeza, 21 febrero, 1915

ACTIVIDADES:
1. Significado de las palabras y expresiones subrayadas.
2. Texto 1: similitudes y diferencias con la educación actual.
3. ¿Qué elementos descriptivos destaca Machado? ¿Qué tipo de verbos son los más usados? ¿Qué otra clase de palabras son las más comúnmente empleadas?
4. ¿Qué es una elegía? ¿Qué tipo de poema escribe Machado, desde el punto de vista de la forma? ¿Cuáles son las ideas principales? ¿Qué sensación intenta transmitir el poeta?

viernes, 8 de abril de 2011

SIGLO XVII. "DON QUIJOTE" Discurso de la pastora Marcela (primera parte, capítulo XIV)

La pastora Marcela, según el grabado de Gustavo Doré

   Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura; y, por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a amaros.
   Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama. Y más, que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo, y, siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir Quiérote por hermosa; hasme de amar aunque sea feo. Pero, puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas hermosuras enamoran; que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad; que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas, sin saber en cuál habían de parar; porque, siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los deseos. Y, según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades?
   Cuanto más, que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo; que, tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella. Y, así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado o como la espada aguda, que ni él quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso. Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y al alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que, por sólo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda?
   Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras. Y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, el fin de ninguno dellos bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido:
¡mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa! Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito.
   El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo de amar por elección es escusado. Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho; y entiéndase, de aquí adelante, que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos; que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera. Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con los hombres? Yo, como sabéis, tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo libre condición y no gusto de sujetarme: ni quiero ni aborrezco a nadie. No engaño a éste ni solicito aquél, ni burlo con uno ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas destas aldeas y el cuidado de mis cabras me entretiene. Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera.