martes, 28 de diciembre de 2010

TEXTO PARA ACTIVIDADES (2). NAVIDAD 2010

   Hay dos maneras de encarar el nuevo año: una optimista y otra pesimista. Si queremos ser optimistas, tendremos que considerar que el periodo de perturbaciones planetarias en el que hemos entrado representa una evolución positiva. En efecto, con el despegue económico de los llamados "países emergentes", cientos de millones de personas están saliendo de la pobreza. Mientras que en la época de la guerra fría los problemas del desarrollo del Tercer Mundo estaban a la vez omnipresentes y politizados, y parecían abocados a no ser más que una búsqueda sin fin, hoy hemos entrado en una fase con unos índices de crecimiento sostenidos -que permiten un acceso extremadamente rápido a unos mínimos de riqueza- y que está a punto de estructurar el desarrollo planetario.
Europa deberá hacer un esfuerzo de productividad y de investigación e innovación para crecer.
   Evidentemente, es una buena noticia para las poblaciones concernidas. También lo es para unos países como los nuestros, que ven cómo se abren ante ellos unos mercados gigantescos: los que representan los millones de personas, ahora consumidores, que acceden a la clase media, o incluso a las categorías más favorecidas. En el plano geopolítico, esto da también un mundo realmente multipolar que ya no está sometido al enfrentamiento bloque contra bloque, como en tiempos de la guerra fría, ni a la influencia exclusiva de una hiperpotencia, como fue el caso durante los años que siguieron a la caída del muro de Berlín y al derrumbamiento del imperio soviético. Por lo tanto, nos hallamos ante un mundo potencialmente más equilibrado, gracias a un mejor reparto de la riqueza y el poder. Del mismo modo, podemos considerar que Internet ha dado acceso a millones de personas a informaciones que hasta ahora solo eran accesibles a través de las grandes universidades o centros de investigación. Esto incluye las informaciones de carácter científico que permiten que los progresos de la medicina se difundan más rápidamente. Podríamos añadir a la lista otros cambios positivos que deberían seguir acelerándose a lo largo del año 2011.
   Por el contrario, una visión pesimista hará hincapié en los desequilibrios que se han multiplicado y alimentan un miedo al futuro en los países donde la prosperidad es más antigua, como los de la "vieja Europa". Miedo a un cambio de las relaciones de fuerza; miedo al declive; miedo sobre todo a la regresión, pues la mundialización viene acompañada de replanteamientos económicos y sociales que fragilizan a las clases medias, que temen un retroceso -y esto tanto en Estados Unidos como en Europa-, cuando todos nuestros sistemas se apoyaban en los mecanismos de ascenso social.
Además, el periodo de locura financiera, cuyo punto de partida fue la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, vino acompañada por un formidable incremento de las desigualdades en beneficio de las categorías más ricas.
   En este contexto, en Europa, la atención seguirá focalizada en la salida de la crisis y en la cuestión de si la recuperación será suficientemente vigorosa como para conseguir que vuelva a retroceder el paro, de nuevo la principal preocupación del conjunto de la Unión Europea, que no en vano tiene una tasa media de desempleo del 10%. Es sabido que Europa tendrá que hacer un gran esfuerzo de productividad y, por tanto, de investigación e innovación, para volver a dotarse de las capacidades de crecimiento necesarias; de lo contrario, nos instalaríamos en un sistema desacoplado, a saber: un fuerte crecimiento en los países emergentes (Brasil, India, China y, tal vez mañana, África); un crecimiento sostenido del orden de 3,5 puntos, en Estados Unidos; un crecimiento débil y, por tanto, incapaz de generar suficiente empleo, en Europa.
   Cada vez que se ha desencadenado una ofensiva, los países europeos han respondido puntualmente, sobre todo para salvar a Grecia. Luego, mediante la articulación de un fondo especial de 750.000 millones de euros y de un mecanismo de solidaridad perenne a partir de 2013. Cada vez, esa respuesta, esencialmente financiera y técnica, ha llegado con un tiempo de retraso. O, mejor dicho, la especulación siempre va un tiempo por delante. Tanto es así que, a estas alturas, la única salida razonable es organizar una respuesta política: no solamente proclamando alto y claro que los países afectados -que además acaban de recibir el apoyo de China- defenderán el euro con uñas y dientes, sino, sobre todo, para apoyar su proclamación, decidiendo avanzar hacia un federalismo presupuestario y monetario, especialmente a través de la emisión de bonos del Tesoro europeos, que desanimarían a los asaltantes de seguir poniendo su punto de mira en un país después de otro.
Enunciar la zona euro como una especie de bloque y dar a nuestros países los medios de constituir ese bloque. El año 2011 será decisivo.

ACTIVIDADES:
1. Pon un título informativo al texto. Justifícalo.
2. Resume el texto.
3. Divide el texto en partes, di cuál es la idea esencial de cada una y cuál es la relación que mantienen entre sí.
4. ¿Cómo ves tú el año 2011? (Unas diez líneas).
5. ¿Qué ideas aportan las palabras y o expresiones o proposiciones marcadas con este color?

   Por supuesto, todo será individual y deberá servirte para demostrar tus avances en las pruebas que realizaremos de aquí en adelante.

TEXTO PARA ACTIVIDADES (1). NAVIDAD 2010


   Hoy son los Santos Inocentes, una fecha perfecta para hablar del maltrato infantil, esa otra violencia doméstica que casi nadie menciona, aunque me temo que es más habitual que las agresiones a las mujeres. Claro que hay otro pavoroso rincón de la cotidianidad aún más silenciado, el de los abusos contra los ancianos, que son unas víctimas comodísimas para los verdugos: no pueden defenderse y muchas veces ni siquiera moverse, no denuncian, no votan y al poco tiempo se acaban muriendo. Pero esto lo dejaremos para otro día.
   De cuando en cuando el horror subterráneo asoma por un momento la cabeza, como en el caso de César, ese niño de nueve años cuyo cadáver apareció en Menorca en una maleta y que fue (supuestamente) ahogado por su madre. Y lo más estremecedor no es ya su asesinato, sino el abandono de un crío tan pequeño por parte de todos. A nadie importó, nadie le echó en falta; me pregunto cuántos niños más habrá en este país que, sin llegar a morir, viven en la crueldad y la desdicha ante el desinterés general.
   La puerta del vecino puede ocultar un infierno doméstico, pero preferimos no enterarnos. Incestos, maltratos, abusos sexuales: espanta pensar que solo salen a la luz los casos extremos. Como el de esa niña de 14 años secuestrada por unos rumanos, que la prostituyeron durante dos meses en un pueblo de Badajoz. La cría estaba "muy débil, delgada y asustada" y parecía "de 12 años", dijo el policía que la salvó. Pero entre sus clientes se supone que estaban un juez de paz y un ex concejal que se ha suicidado. Es un pueblo pequeño y era un secreto a voces. Esos vecinos que presenciaron todo, ¿no advirtieron la edad, la indefensión, el abuso? ¿Se puede mirar sin ver y ser inocente? Creían que la niña era rumana, dicen algunos a modo de justificación espeluznante. Lo peor es la indiferencia de los testigos.

ACTIVIDADES:
1. Ponle un título al artículo (una sola palabra, informativa). Justifícalo.
2. Haz un resumen.
3. Enumera las palabras y/o expresiones que indiquen subjetividad.
4. Escribe un comentario del artículo (unas diez líneas).
5. Análisis sintáctico de la última oración del texto.

   Ya sabes: todas las actividades son individuales y deben servirte para futuras pruebas.

viernes, 17 de diciembre de 2010

PRENSA. ARTÍCULO. "¿Habrá siempre democracia?", por Ignacio Sánchez-Cuenca

La libertad guiando al pueblo, de Delacroix

En "El País":

¿Habrá siempre democracia?

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA. 17-XII-2010

   Resulta quimérico pensar en un régimen político perenne, que sobreviva indefinidamente, al margen de cambios sociales y económicos. La democracia, como todas las demás formas políticas que le han precedido, en algún momento dejará de existir y será sustituida por un sistema distinto. ¿Qué puede venir a continuación? ¿Cómo se tomarán las decisiones colectivas? ¿Quién decidirá?
   La pregunta puede parecer de imposible respuesta. ¿Acaso alguien puede osar saber lo que sucederá en el largo plazo? Probablemente no. Sin embargo, la mera especulación sobre ese futuro incierto nos obliga a plantearnos cuestiones difíciles sobre el presente democrático. La crisis económica en la que nos encontramos nos da algunas pistas de por dónde puede evolucionar la democracia en el futuro. La crisis, en cierto sentido, ha hecho visibles algunas tendencias subterráneas que determinarán el sino de nuestro sistema político.
   Creo que las democracias desarrolladas que conocemos, las llamadas democracias liberales, se construyen sobre dos principios complementarios. Por un lado, el principio de igualdad política, en virtud del cual todos los ciudadanos, con independencia de su género, edad, etnia, riqueza, educación, etcétera, tienen el mismo derecho a participar en la vida política. Nadie puede ser discriminado por alguno de los motivos mencionados. La libertad de expresión, la libertad de reunión y el derecho de voto son manifestaciones claras del principio de igualdad.
   Por otro lado, el principio de autogobierno, que establece que las decisiones colectivas han de tomarse en función de las preferencias de los ciudadanos y no en función del criterio de los sabios, los aristócratas, la divinidad o los poderosos. Teniendo en cuenta que los ciudadanos, casi siempre, se encuentran divididos y tienen ideas distintas sobre lo que debe hacerse, se recurre a la regla de mayoría, que es la regla que minimiza el número de gente que está en desacuerdo con la decisión adoptada. La cuestión es que, haya mayor o menor división en el seno de la sociedad, la decisión colectiva final se tome de acuerdo con lo que la gente piensa.
   Ninguno de estos dos principios por separado, ya sea el de igualdad o el de autogobierno, es suficiente para justificar la democracia. El principio de igualdad, por ejemplo, es compatible con un sistema político en el que los cargos públicos se repartan por lotería o en el que se llegue a gobernante mediante oposición. Por su parte, el principio de autogobierno no requiere elecciones, siempre y cuando el gobernante actúe de acuerdo con los deseos de sus ciudadanos. La democracia es fruto del hermanamiento entre ambos principios: si todos los ciudadanos son iguales políticamente y las decisiones colectivas se toman en función de las preferencias individuales, lo que resulta son las democracias liberales de nuestro tiempo.
   Pues bien, creo que la tendencia de nuestra época, agravada durante la crisis económica, consiste en ir abandonando paulatinamente el principio del autogobierno. Mientras que los derechos que garantizan la igualdad política se mantienen estables y tienen una solidez envidiable, las decisiones de los representantes políticos cada vez guardan una conexión más lejana con las preferencias individuales de los ciudadanos.
   Esto no se debe necesariamente a que los políticos traicionen a sus electores. Más bien es consecuencia de la cantidad asfixiante de restricciones a las que está sujeto el poder representativo. Son tantas las limitaciones legales y materiales de los Gobiernos, que estos cada vez tienen menor capacidad para gobernar y llevar a cabo las promesas electorales por las que fueron elegidos.
   Así, los Gobiernos han de actuar dentro de los estrechos márgenes que les dejan los tribunales constitucionales, los bancos centrales independientes, las agencias reguladoras y las instituciones supranacionales a las que deben obediencia. Y han de responder además a las presiones materiales de los mercados y los poderes económicos. En estos momentos de crisis, por ejemplo, los gobernantes de los países democráticos parecen contentarse con no ahogarse en la tormenta financiera, sacando la cabeza por encima del agua, pero sin conciencia de la dirección en la que les empuja la tempestad.
   Es muy preocupante que en la esfera pública vaya cundiendo la impresión de que el buen gobernante, el hombre de Estado, es aquel que abandona los compromisos adquiridos con la ciudadanía y adopta, por "responsabilidad", medidas impopulares. Parece como si el certificado de buena conducta del gobernante se expidiera en función del grado de impopularidad de la política llevada a cabo.
   La crisis nos señala, de forma muy cruda, cuál es la tendencia dominante: una desconfianza creciente hacia el poder representativo en beneficio de instituciones y centros de poder sin legitimación democrática. El principio de que las decisiones colectivas sean fruto de las preferencias ciudadanas está en franca retirada. El peso de los expertos y de instancias de poder no representativo, el prestigio de las decisiones impopulares y la desconfianza hacia los políticos ponen en serios aprietos el ideal del autogobierno.
   Como en esas novelas de ciencia ficción que, pese a situarse en mundos remotos y lejanos en el tiempo, terminan aludiendo a nuestra condición presente, cabe imaginar un futuro en el que la democracia haya evolucionado hacia un sistema caracterizado por el respeto a los derechos fundamentales de las personas y por el mantenimiento de ámbitos de libertad importantes. Una vez que se disfruta de la libertad, es poco probable que se renuncie a un bien tan preciado. La libertad es una conquista irrenunciable e irreversible. Pero en este mundo por venir, la libertad de cada uno no podrá apenas utilizarse para definir proyectos colectivos que se lleven a la práctica. Seguirá habiendo libertad de opinión, más incluso que antes si cabe, pero sin la posibilidad de que las opiniones de la gente sean el criterio a seguir en la toma de decisiones políticas.
   No cabe descartar entonces que los Gobiernos dejen de ser representativos en algún momento. Eso no quiere decir que vayan a actuar siempre al margen del sentir mayoritario de la sociedad, pero si atienden a las demandas ciudadanas será en todo caso por cálculo o conveniencia, no porque el sistema político se construya en torno al principio de que las decisiones colectivas estén determinadas por las preferencias individuales. Con seguridad seguirán existiendo medios de comunicación libres, grupos de presión y toda clase de asociaciones, pero quizá no partidos políticos. En la hipótesis más favorable, se mantendrían las elecciones, pero los candidatos y sus plataformas de apoyo tratarían de destacar sobre sus rivales únicamente por su capacidad de gestión y no por sus diferencias ideológicas. Y si la integración supranacional continúa, la relación entre la ciudadanía y los decisores será cada vez más débil, como ya se aprecia en el funcionamiento de la Unión Europea.
   El principio liberal seguirá ganando peso frente al principio democrático. Habrá, por tanto, algo parecido a un Estado de derecho, a escala supranacional probablemente, que garantice tanto los derechos individuales como el entramado institucional que requiere una economía capitalista global. En ese marco, la gente tendrá capacidad de influencia sobre todo en el ámbito local, donde podrían desarrollarse prácticas democráticas más puras que las que conocemos actualmente, pero sin que los cambios locales puedan en todo caso extenderse más allá, derivando en cambios sociales de mayor alcance.
   El futuro que nos aguarda no creo que pase por Gobiernos despóticos o autoritarios. Sí, en cambio, por formas de dominación difusas y tecnocráticas, compatibles con el ejercicio de la libertad individual. Sería el triunfo del liberalismo, que siempre ha mantenido una relación incómoda y tensa con el principio democrático.

   Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Sociología en la Universidad Complutense y autor de Más democracia, menos liberalismo (Katz).

ACTIVIDADES -para el martes 21-:
1. Tema
2. Estructura
3. Ideas principales
4. Breve valoración crítica