martes, 28 de diciembre de 2010

TEXTO PARA ACTIVIDADES (2). NAVIDAD 2010

   Hay dos maneras de encarar el nuevo año: una optimista y otra pesimista. Si queremos ser optimistas, tendremos que considerar que el periodo de perturbaciones planetarias en el que hemos entrado representa una evolución positiva. En efecto, con el despegue económico de los llamados "países emergentes", cientos de millones de personas están saliendo de la pobreza. Mientras que en la época de la guerra fría los problemas del desarrollo del Tercer Mundo estaban a la vez omnipresentes y politizados, y parecían abocados a no ser más que una búsqueda sin fin, hoy hemos entrado en una fase con unos índices de crecimiento sostenidos -que permiten un acceso extremadamente rápido a unos mínimos de riqueza- y que está a punto de estructurar el desarrollo planetario.
Europa deberá hacer un esfuerzo de productividad y de investigación e innovación para crecer.
   Evidentemente, es una buena noticia para las poblaciones concernidas. También lo es para unos países como los nuestros, que ven cómo se abren ante ellos unos mercados gigantescos: los que representan los millones de personas, ahora consumidores, que acceden a la clase media, o incluso a las categorías más favorecidas. En el plano geopolítico, esto da también un mundo realmente multipolar que ya no está sometido al enfrentamiento bloque contra bloque, como en tiempos de la guerra fría, ni a la influencia exclusiva de una hiperpotencia, como fue el caso durante los años que siguieron a la caída del muro de Berlín y al derrumbamiento del imperio soviético. Por lo tanto, nos hallamos ante un mundo potencialmente más equilibrado, gracias a un mejor reparto de la riqueza y el poder. Del mismo modo, podemos considerar que Internet ha dado acceso a millones de personas a informaciones que hasta ahora solo eran accesibles a través de las grandes universidades o centros de investigación. Esto incluye las informaciones de carácter científico que permiten que los progresos de la medicina se difundan más rápidamente. Podríamos añadir a la lista otros cambios positivos que deberían seguir acelerándose a lo largo del año 2011.
   Por el contrario, una visión pesimista hará hincapié en los desequilibrios que se han multiplicado y alimentan un miedo al futuro en los países donde la prosperidad es más antigua, como los de la "vieja Europa". Miedo a un cambio de las relaciones de fuerza; miedo al declive; miedo sobre todo a la regresión, pues la mundialización viene acompañada de replanteamientos económicos y sociales que fragilizan a las clases medias, que temen un retroceso -y esto tanto en Estados Unidos como en Europa-, cuando todos nuestros sistemas se apoyaban en los mecanismos de ascenso social.
Además, el periodo de locura financiera, cuyo punto de partida fue la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, vino acompañada por un formidable incremento de las desigualdades en beneficio de las categorías más ricas.
   En este contexto, en Europa, la atención seguirá focalizada en la salida de la crisis y en la cuestión de si la recuperación será suficientemente vigorosa como para conseguir que vuelva a retroceder el paro, de nuevo la principal preocupación del conjunto de la Unión Europea, que no en vano tiene una tasa media de desempleo del 10%. Es sabido que Europa tendrá que hacer un gran esfuerzo de productividad y, por tanto, de investigación e innovación, para volver a dotarse de las capacidades de crecimiento necesarias; de lo contrario, nos instalaríamos en un sistema desacoplado, a saber: un fuerte crecimiento en los países emergentes (Brasil, India, China y, tal vez mañana, África); un crecimiento sostenido del orden de 3,5 puntos, en Estados Unidos; un crecimiento débil y, por tanto, incapaz de generar suficiente empleo, en Europa.
   Cada vez que se ha desencadenado una ofensiva, los países europeos han respondido puntualmente, sobre todo para salvar a Grecia. Luego, mediante la articulación de un fondo especial de 750.000 millones de euros y de un mecanismo de solidaridad perenne a partir de 2013. Cada vez, esa respuesta, esencialmente financiera y técnica, ha llegado con un tiempo de retraso. O, mejor dicho, la especulación siempre va un tiempo por delante. Tanto es así que, a estas alturas, la única salida razonable es organizar una respuesta política: no solamente proclamando alto y claro que los países afectados -que además acaban de recibir el apoyo de China- defenderán el euro con uñas y dientes, sino, sobre todo, para apoyar su proclamación, decidiendo avanzar hacia un federalismo presupuestario y monetario, especialmente a través de la emisión de bonos del Tesoro europeos, que desanimarían a los asaltantes de seguir poniendo su punto de mira en un país después de otro.
Enunciar la zona euro como una especie de bloque y dar a nuestros países los medios de constituir ese bloque. El año 2011 será decisivo.

ACTIVIDADES:
1. Pon un título informativo al texto. Justifícalo.
2. Resume el texto.
3. Divide el texto en partes, di cuál es la idea esencial de cada una y cuál es la relación que mantienen entre sí.
4. ¿Cómo ves tú el año 2011? (Unas diez líneas).
5. ¿Qué ideas aportan las palabras y o expresiones o proposiciones marcadas con este color?

   Por supuesto, todo será individual y deberá servirte para demostrar tus avances en las pruebas que realizaremos de aquí en adelante.

TEXTO PARA ACTIVIDADES (1). NAVIDAD 2010


   Hoy son los Santos Inocentes, una fecha perfecta para hablar del maltrato infantil, esa otra violencia doméstica que casi nadie menciona, aunque me temo que es más habitual que las agresiones a las mujeres. Claro que hay otro pavoroso rincón de la cotidianidad aún más silenciado, el de los abusos contra los ancianos, que son unas víctimas comodísimas para los verdugos: no pueden defenderse y muchas veces ni siquiera moverse, no denuncian, no votan y al poco tiempo se acaban muriendo. Pero esto lo dejaremos para otro día.
   De cuando en cuando el horror subterráneo asoma por un momento la cabeza, como en el caso de César, ese niño de nueve años cuyo cadáver apareció en Menorca en una maleta y que fue (supuestamente) ahogado por su madre. Y lo más estremecedor no es ya su asesinato, sino el abandono de un crío tan pequeño por parte de todos. A nadie importó, nadie le echó en falta; me pregunto cuántos niños más habrá en este país que, sin llegar a morir, viven en la crueldad y la desdicha ante el desinterés general.
   La puerta del vecino puede ocultar un infierno doméstico, pero preferimos no enterarnos. Incestos, maltratos, abusos sexuales: espanta pensar que solo salen a la luz los casos extremos. Como el de esa niña de 14 años secuestrada por unos rumanos, que la prostituyeron durante dos meses en un pueblo de Badajoz. La cría estaba "muy débil, delgada y asustada" y parecía "de 12 años", dijo el policía que la salvó. Pero entre sus clientes se supone que estaban un juez de paz y un ex concejal que se ha suicidado. Es un pueblo pequeño y era un secreto a voces. Esos vecinos que presenciaron todo, ¿no advirtieron la edad, la indefensión, el abuso? ¿Se puede mirar sin ver y ser inocente? Creían que la niña era rumana, dicen algunos a modo de justificación espeluznante. Lo peor es la indiferencia de los testigos.

ACTIVIDADES:
1. Ponle un título al artículo (una sola palabra, informativa). Justifícalo.
2. Haz un resumen.
3. Enumera las palabras y/o expresiones que indiquen subjetividad.
4. Escribe un comentario del artículo (unas diez líneas).
5. Análisis sintáctico de la última oración del texto.

   Ya sabes: todas las actividades son individuales y deben servirte para futuras pruebas.

viernes, 17 de diciembre de 2010

PRENSA. ARTÍCULO. "¿Habrá siempre democracia?", por Ignacio Sánchez-Cuenca

La libertad guiando al pueblo, de Delacroix

En "El País":

¿Habrá siempre democracia?

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA. 17-XII-2010

   Resulta quimérico pensar en un régimen político perenne, que sobreviva indefinidamente, al margen de cambios sociales y económicos. La democracia, como todas las demás formas políticas que le han precedido, en algún momento dejará de existir y será sustituida por un sistema distinto. ¿Qué puede venir a continuación? ¿Cómo se tomarán las decisiones colectivas? ¿Quién decidirá?
   La pregunta puede parecer de imposible respuesta. ¿Acaso alguien puede osar saber lo que sucederá en el largo plazo? Probablemente no. Sin embargo, la mera especulación sobre ese futuro incierto nos obliga a plantearnos cuestiones difíciles sobre el presente democrático. La crisis económica en la que nos encontramos nos da algunas pistas de por dónde puede evolucionar la democracia en el futuro. La crisis, en cierto sentido, ha hecho visibles algunas tendencias subterráneas que determinarán el sino de nuestro sistema político.
   Creo que las democracias desarrolladas que conocemos, las llamadas democracias liberales, se construyen sobre dos principios complementarios. Por un lado, el principio de igualdad política, en virtud del cual todos los ciudadanos, con independencia de su género, edad, etnia, riqueza, educación, etcétera, tienen el mismo derecho a participar en la vida política. Nadie puede ser discriminado por alguno de los motivos mencionados. La libertad de expresión, la libertad de reunión y el derecho de voto son manifestaciones claras del principio de igualdad.
   Por otro lado, el principio de autogobierno, que establece que las decisiones colectivas han de tomarse en función de las preferencias de los ciudadanos y no en función del criterio de los sabios, los aristócratas, la divinidad o los poderosos. Teniendo en cuenta que los ciudadanos, casi siempre, se encuentran divididos y tienen ideas distintas sobre lo que debe hacerse, se recurre a la regla de mayoría, que es la regla que minimiza el número de gente que está en desacuerdo con la decisión adoptada. La cuestión es que, haya mayor o menor división en el seno de la sociedad, la decisión colectiva final se tome de acuerdo con lo que la gente piensa.
   Ninguno de estos dos principios por separado, ya sea el de igualdad o el de autogobierno, es suficiente para justificar la democracia. El principio de igualdad, por ejemplo, es compatible con un sistema político en el que los cargos públicos se repartan por lotería o en el que se llegue a gobernante mediante oposición. Por su parte, el principio de autogobierno no requiere elecciones, siempre y cuando el gobernante actúe de acuerdo con los deseos de sus ciudadanos. La democracia es fruto del hermanamiento entre ambos principios: si todos los ciudadanos son iguales políticamente y las decisiones colectivas se toman en función de las preferencias individuales, lo que resulta son las democracias liberales de nuestro tiempo.
   Pues bien, creo que la tendencia de nuestra época, agravada durante la crisis económica, consiste en ir abandonando paulatinamente el principio del autogobierno. Mientras que los derechos que garantizan la igualdad política se mantienen estables y tienen una solidez envidiable, las decisiones de los representantes políticos cada vez guardan una conexión más lejana con las preferencias individuales de los ciudadanos.
   Esto no se debe necesariamente a que los políticos traicionen a sus electores. Más bien es consecuencia de la cantidad asfixiante de restricciones a las que está sujeto el poder representativo. Son tantas las limitaciones legales y materiales de los Gobiernos, que estos cada vez tienen menor capacidad para gobernar y llevar a cabo las promesas electorales por las que fueron elegidos.
   Así, los Gobiernos han de actuar dentro de los estrechos márgenes que les dejan los tribunales constitucionales, los bancos centrales independientes, las agencias reguladoras y las instituciones supranacionales a las que deben obediencia. Y han de responder además a las presiones materiales de los mercados y los poderes económicos. En estos momentos de crisis, por ejemplo, los gobernantes de los países democráticos parecen contentarse con no ahogarse en la tormenta financiera, sacando la cabeza por encima del agua, pero sin conciencia de la dirección en la que les empuja la tempestad.
   Es muy preocupante que en la esfera pública vaya cundiendo la impresión de que el buen gobernante, el hombre de Estado, es aquel que abandona los compromisos adquiridos con la ciudadanía y adopta, por "responsabilidad", medidas impopulares. Parece como si el certificado de buena conducta del gobernante se expidiera en función del grado de impopularidad de la política llevada a cabo.
   La crisis nos señala, de forma muy cruda, cuál es la tendencia dominante: una desconfianza creciente hacia el poder representativo en beneficio de instituciones y centros de poder sin legitimación democrática. El principio de que las decisiones colectivas sean fruto de las preferencias ciudadanas está en franca retirada. El peso de los expertos y de instancias de poder no representativo, el prestigio de las decisiones impopulares y la desconfianza hacia los políticos ponen en serios aprietos el ideal del autogobierno.
   Como en esas novelas de ciencia ficción que, pese a situarse en mundos remotos y lejanos en el tiempo, terminan aludiendo a nuestra condición presente, cabe imaginar un futuro en el que la democracia haya evolucionado hacia un sistema caracterizado por el respeto a los derechos fundamentales de las personas y por el mantenimiento de ámbitos de libertad importantes. Una vez que se disfruta de la libertad, es poco probable que se renuncie a un bien tan preciado. La libertad es una conquista irrenunciable e irreversible. Pero en este mundo por venir, la libertad de cada uno no podrá apenas utilizarse para definir proyectos colectivos que se lleven a la práctica. Seguirá habiendo libertad de opinión, más incluso que antes si cabe, pero sin la posibilidad de que las opiniones de la gente sean el criterio a seguir en la toma de decisiones políticas.
   No cabe descartar entonces que los Gobiernos dejen de ser representativos en algún momento. Eso no quiere decir que vayan a actuar siempre al margen del sentir mayoritario de la sociedad, pero si atienden a las demandas ciudadanas será en todo caso por cálculo o conveniencia, no porque el sistema político se construya en torno al principio de que las decisiones colectivas estén determinadas por las preferencias individuales. Con seguridad seguirán existiendo medios de comunicación libres, grupos de presión y toda clase de asociaciones, pero quizá no partidos políticos. En la hipótesis más favorable, se mantendrían las elecciones, pero los candidatos y sus plataformas de apoyo tratarían de destacar sobre sus rivales únicamente por su capacidad de gestión y no por sus diferencias ideológicas. Y si la integración supranacional continúa, la relación entre la ciudadanía y los decisores será cada vez más débil, como ya se aprecia en el funcionamiento de la Unión Europea.
   El principio liberal seguirá ganando peso frente al principio democrático. Habrá, por tanto, algo parecido a un Estado de derecho, a escala supranacional probablemente, que garantice tanto los derechos individuales como el entramado institucional que requiere una economía capitalista global. En ese marco, la gente tendrá capacidad de influencia sobre todo en el ámbito local, donde podrían desarrollarse prácticas democráticas más puras que las que conocemos actualmente, pero sin que los cambios locales puedan en todo caso extenderse más allá, derivando en cambios sociales de mayor alcance.
   El futuro que nos aguarda no creo que pase por Gobiernos despóticos o autoritarios. Sí, en cambio, por formas de dominación difusas y tecnocráticas, compatibles con el ejercicio de la libertad individual. Sería el triunfo del liberalismo, que siempre ha mantenido una relación incómoda y tensa con el principio democrático.

   Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Sociología en la Universidad Complutense y autor de Más democracia, menos liberalismo (Katz).

ACTIVIDADES -para el martes 21-:
1. Tema
2. Estructura
3. Ideas principales
4. Breve valoración crítica

martes, 16 de noviembre de 2010

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "Romance del juramento que tomó el Cid al rey don Alonso"

ROMANCE DEL JURAMENTO QUE TOMÓ EL CID AL REY DON ALONSO
En santa Gadea de Burgos, 
do juran los hijosdalgo, 
allí le toma la jura 
el Cid al rey castellano. 
Las juras eran tan fuertes 
que al buen rey ponen espanto; 
sobre un cerrojo de hierro 
y una ballesta de palo: 
-Villanos mátente, Alonso, 
villanos, que no hidalgos, 
de las Asturias de Oviedo, 
que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, 
no con lanzas ni con dardos; 
con cuchillos cachicuernos, 
no con puñales dorados; 
abarcas traigan calzadas, 
que no zapatos con lazo; 
capas traigan aguaderas, 
no de contray ni frisado; 
con camisones de estopa, 
no de holanda ni labrados; 
caballeros vengan en burras, 
que no en mulas ni en caballos; 
frenos traigan de cordel, 
que no cueros fogueados. 
Mátente por las aradas, 
que no en villas ni en poblado; 
sáquente el corazón 
por el siniestro costado; 
si no dijeres la verdad 
de lo que te es preguntado, 
si fuiste ni consentiste 
en la muerte de tu hermano.
-Jurado tiene el buen rey 
que en tal caso no se ha hallado, 
pero allí hablara el rey 
malamente y enojado: 
-Muy mal me conjuras, Cid, 
Cid, muy mal me has conjurado; 
mas hoy me tomas la jura, 
después besarme has la mano.
Respondiérale Rodrigo,
d'esta manera ha fablado: 
-Por besar mano de rey 
no me tengo por honrado, 
porque la besó mi padre 
me tengo por afrentado. 
-Vete de mis tierras, Cid, 
mal caballero probado, 
y no vengas más a ellas 
dende este día en un año. 
-Pláceme, dijo el buen Cid, 
pláceme, dijo, de grado, 
tú me destierras por uno, 
yo me destierro por cuatro.
-Ya se despide el buen Cid, 
sin al rey besar la mano, 
con trescientos caballeros, 
todos eran hijosdalgo, 
todos son hombres mancebos, 
ninguno hay viejo ni cano; 
todos llevan lanza en puño 
con el hierro acicalado, 
y llevan sendas adargas, 
con borlas de colorado; 
mas no le faltó al buen Cid 
adonde asentar su campo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "La derrota de don Rodrigo"


LA DERROTA DE DON RODRIGO
Las huestes de don Rodrigo
desmayaban y huían
cuando en la octava batalla
sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas
y del real se salía,
solo va el desventurado,
sin ninguna compañía:
el caballo de cansado
ya moverse no podía,
camina por donde quiere
que no le estorba la vía.
El Rey va tan desmayado
que sentido no tenía:
muerto va de sed y hambre,
de verle era gran mancilla:
iba tan tinto de sangre
que una brasa parecía.
Las armas lleva abolladas,
que eran de gran pedrería:
la espada lleva hecha sierra
de los golpes que tenía:
el almete de abollado
en la cabeza se hundía:
la cara llevaba hinchada
del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro,
el más alto que veía:
desde allí mira su gente
cómo iba de vencida,
de allí mira sus banderas
y estandartes que tenía,
cómo están todos pisados
que la tierra los cubría;
mira por los capitanes,
que ninguno aparecía;
mira el campo tinto en sangre,
la cual arroyos corría.
Él, triste de ver aquesto,
gran mancilla en sí tenía,
llorando de los sus ojos
desta manera decía:
"Ayer era rey de España,
hoy no lo soy de una villa;
ayer villas y castillos,
hoy ninguno poseía:
ayer tenía criados
y gente que me servía,
hoy no tengo ni una almena
que pueda decir que es mía.
¡Desdichada fue la hora,
desdichado fue aquel día
en que nací y heredé
la tan grande señoría,
pues lo había de perder
todo junto y en un día!
¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes
y llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino,
pues se te agradecería?".

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "Abenámar y el rey don Juan"

 ABENÁMAR Y EL REY DON JUAN
-¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida;
moro que en tal signo nace,
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
-Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría.
-Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
-El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita;
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día
y el día que no los labra
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
-Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "Romance del prisionero"


ROMANCE DEL PRISIONERO
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "El conde Arnaldos"


EL CONDE ARNALDOS
¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de un cendal,
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan nel hondo
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
nel mástil las hace posar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-Por Dios te ruego, marinero,
dígaisme ora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va.

domingo, 17 de octubre de 2010

POESÍA. MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98. "He andado muchos caminos...", de Antonio Machado (1875-1939)

Antonio Machado

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

POESÍA. MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98. "Una noche de verano...", de Antonio Machado (1875-1939)

Antonio Machado

Una noche de verano
—estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
—ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!

POESÍA. MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98. "Por tierras de España", de Antonio Machado (1875-1939)

Antonio Machado

POR TIERRAS DE ESPAÑA

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.

Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.

Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.

Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.

Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.

Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.

domingo, 10 de octubre de 2010

POESÍA. ROMANTICISMO. "Era apacible el día...", de Rosalía de Castro (1837-1885)

Rosalía de Castro

Era apacible el día
     y templado el ambiente,
     y llovía, llovía,
    callada y mansamente;
    y mientras silenciosa
    lloraba y  yo gemía,
    mi niño, tierna rosa,
    durmiendo se moría.
Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!

Tierra sobre el cadáver insepulto
antes que empiece a corromperse..., ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos;
bien pronto en los terrones removidos
verde y pujante crecerá la yerba.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
torvo el mirar, nublado el pensamiento?
¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!...
Jamás el que descansa en el sepulcro
ha de tornar a amaros ni a ofenderos.
        ¡Jamás! ¿Es verdad que todo
        para siempre acabó ya?
No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad.

Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
te espera aún con amoroso afán,
y vendrá o iré yo, bien de mi vida,
allí donde nos hemos de encontrar.

Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
        que no morirá jamás,
y que Dios, porque es justo y porque es bueno,
        a desunir ya nunca volverá.
En el cielo, en la tierra, en lo insondable,
        yo te hallaré y me hallarás.
No, no puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad.

        Mas... es verdad, ha partido
        para nunca más tornar.
Nada hay eterno para el hombre, huésped
de un día en este mundo terrenal,
en donde nace, vive y al fin muere,
cual todo nace, vive y muere acá.

POESÍA. ROMANTICISMO. "Un desengaño", de Rosalía de Castro (1837-1885)

Rosalía de Castro
Un desengaño
En las riberas vagando
de la mar, las verdes olas
mira Argelina y contando
las horas que van pasando
vierte lágrimas a solas.

Sus lindos ojos de cielo
en el horizonte fija,
por ver si encuentra un consuelo,
¡mas ay!, que es vano el anhelo
que su corazón cobija.

Su amante le dijo allí
desde su buque velero:
"Aguarda, Argelina, aquí:
que si hoy dejarte prefiero,
mañana vendré por ti".

Y entera la noche larga
que silenciosa corría
vio pasar; pero en su impía,
crüel desventura amarga
no vio que su bien volvía.

Y el día también llegó:
mas fue que llegara en vano,
que el bien que ansiosa esperó,
consuelo del mal tirano,
por el mar no pareció.

Y allí todavía está
mirando a la mar movible,
por ver si la mar le da
lo que tal vez imposible
para Argelina será.

Y viendo al fin reducidas
sus esperanzas en nada,
viendo en el viento esparcidas,
las ilusiones perdidas,
su bienandanza frustrada;

mirando al bien que se aleja
con su fugitivo encanto,
dijo en tristísima queja:
"¿Por qué tan sola me deja,
cuando yo le amaba tanto?

¿Por qué si tras él corrí?
¿Por qué si hasta aquí llegué?
¿Por qué si tanto esperé
a verle más no volví?

¿No comprendió que sin él,
fuera un tormento mi vida,
donde guardara escondida
llena una copa de hiel?

¡Adiós, ventura de un día!
¡Adiós, delicia soñada,
donde he mirado estampada
toda la esperanza mía!

¡Ya nunca más te veré,
que el rudo penar que siento
me irá consumiendo lento,
y de dolor moriré!

¡Adiós, hermosa ribera
donde mi esperanza dejo,
ya para siempre me alejo
de tu orilla placentera.

Mas si viniendo él aquí
oyeras su dulce canto,
contéstale, dile cuánto,
cuánto por él padecí!...".

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ya su vivienda tornando
supo después que olvidada
fue de su amante, y postrada
no resistió su dolor.

Y encerrándose en la tumba
tanta belleza en un día
nadie pensó que moría
¡de un desengaño de amor!

domingo, 3 de octubre de 2010

PRENSA. EL CAPITÁN ALATRISTE, de Arturo Pérez-Reverte. Artículo de Alberto Montaner Frutos

En "El País"

El capitán Alatriste

ALBERTO MONTANER FRUTOS 02/10/2010
Corría el año de gracia (es un decir) de 1996 cuando los observatorios literarios detectaron, no sin perplejidad, la aparición de una nueva estrella, de considerable magnitud, en el firmamento novelístico. Contra todo pronóstico, una novela que parecía dirigirse solo al público más joven (su ya famoso autor, Arturo Pérez-Reverte la firmaba de consuno con su hija Carlota, de 12 años a la sazón) y ser casi un mero capricho de un devoto confeso de Los tres mosqueteros, no solo se aupó a los primeros puestos de las listas de venta, sino que inscribió un nuevo personaje en eso que se ha dado en llamar el imaginario colectivo. Protagonista y novela compartían nombre: el capitán Alatriste.
Antiguo soldado de los tercios de Flandes, abandonado a su suerte como tantos otros, Diego Alatriste y Tenorio, apodado capitán por mérito propio, aunque nunca pasó de cabo, malvive en el Madrid de Su Majestad Católica el cuarto Filipo (como entonces se decía), desempeñándose de espadachín a sueldo. Esa vida al borde del hampa no oculta a un filántropo de capa y espada. Alatriste no es un justiciero en sus ratos libres, como el Zorro, ni roba a los ricos para dárselo a los pobres, según el mito del buen bandido que va de Robin Hood a Luis Candelas. Se limita a sobrevivir como buenamente puede, más bien huraño, atormentado por sus propios fantasmas de amor y muerte (o muertes, sería mejor decir). Una figura de luces y sombras cuyo contraste no hará sino acentuarse en las sucesivas entregas de la serie. Si al capitán hay algo que le redime es su peculiar sentido de la dignidad y su talante. Ya saben vuesas mercedes, "No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente".
Reconcentrado, casi un misántropo, sí, pero a Alatriste no le faltan amigos. Y qué amigos. Unos son viejos veteranos como él: Juan Vicuña, soldado estropeado y garitero (dicho a la moderna, inválido de guerra y propietario de un local de juego); Mendo el Toscano, que ha pasado a regentar unos baños y a ejercer de barbero; Martín Saldaña, cuyo cargo de teniente de alguaciles (obtenido, según las malas lenguas, a cambio de sobrellevar una abultada cornamenta) no deja de ser de ayuda para alguien que, como el capitán, se mueve al filo de la ley; a los que en la tercera entrega de la serie se unirá Sebastián Copons, que se hará inseparable de Alatriste. Otros son parroquianos asiduos de la taberna del Turco, que regenta la medio amante del capitán, Caridad la Lebrijana (destinada, la pobre, a pintar cada vez menos en el lienzo de la vida de su Diego), donde se dan cita el Dómine Pérez, jesuita y preceptor; el Tuerto Fadrique, boticario, y el Licenciado Calzas, picapleitos, cuyos respectivos saberes también han ayudado al espadachín tras algunos malos lances. Pero los amigos de Alatriste no se reclutan solo entre gente, como él, de medio pelo (o directamente ralo). También antiguo compañero de armas (aunque cada uno en su sitio), otro amigo del capitán es el conde de Guadalmedina, aristócrata refinado, poeta y vividor, con una mano en la pluma y otra en el cubilete de dados. Y como broche de oro, don Francisco de Quevedo, tan diestro con la pluma como con la espada, azote satírico de bobos y mangantes, tan capaz de hundir una reputación con una letrilla como de asomarse al abismo del ser y del tiempo en un soneto.
Pero si una persona queda en parte retratada por sus amigos, no lo queda menos por sus enemigos, aunque a estos rara vez los elija uno. Dime a quién te enfrentas y te diré quién eres. Los antagonistas de Alatriste están, sin duda, a la altura, y entre ellos destacan un político corrupto, don Luis de Alquézar, secretario del Rey Nuestro Señor; un cura fanático, fray Emilio Bocanegra, miembro del Consejo Supremo del Santo Oficio de la Inquisición, y un sibilino sicario, siciliano por más señas, Gualterio Malatesta, que, como el propio capitán, vive de alquilar su acero. Ni que decir tiene que de entre todos ellos, el único que despierta cierta simpatía en el lector es esta especie de mafioso avant la lettre, que aunque no sea igual que el capitán, tampoco es tan distinto. Algo que no deja de enturbiar la mirada de Alatriste cuando se ve reflejado en el espejo de su contrincante.
Esta galería ha de cerrarse, claro está, con Íñigo Balboa y Angélica de Alquézar. Ella, la huérfana sobrina de don Luis, es la bella dama sin piedad que perseguirá a Íñigo con el rigor que solo da la inextricable aleación de amor y odio. Él, el joven paje (más bien, hijo adoptivo) del capitán, huérfano a su vez de uno de sus viejos camaradas del Tercio Viejo de Cartagena, aguerrido compañero y narrador privilegiado de las aventuras de Diego Alatriste. La primera de ellas (unos misteriosos jóvenes ingleses acaban de llegar en secreto a Madrid y alguien quiere deshacerse de ellos) está dispuesta a empezar.

sábado, 2 de octubre de 2010

POESÍA. "El verdugo", de José de Espronceda (1808-1842)

José de Espronceda
EL VERDUGO
De los hombres lanzado al desprecio,
de su crimen la víctima fui,
y se evitan de odiarse a sí mismos,
fulminando sus odios en mí.
          Y su rencor,
al poner en mi mano, me hicieron
          su vengador;
          y se dijeron
"Que nuestra vergüenza común caiga en él;
se marque en su frente nuestra maldición;
su pan amasado con sangre y con hiel,
su escudo con armas de eterno baldón
          sean la herencia
          que legue al hijo,
          el que maldijo
          la sociedad".
          ¡Y de mí huyeron,
de sus culpas el manto me echaron,
y mi llanto y mi voz escucharon
          sin piedad!

Al que a muerte condena le ensalzan...
¿Quién al hombre del hombre hizo juez?
¿Que no es hombre ni siente el verdugo
imaginan los hombres tal vez?
          ¡Y ellos no ven
que yo soy de la imagen divina
          copia también!
          Y cual dañina
fiera a que arrojan un triste animal
que ya entre sus dientes se siente crujir,
así a mí, instrumento del genio del mal,
me arrojan el hombre que traen a morir.
          Y ellos son justos,
          yo soy maldito;
          yo sin delito
          soy criminal:
          mirad al hombre
que me paga una muerte; el dinero
me echa al suelo con rostro altanero,
          ¡a mí, su igual!

El tormento que quiebra los huesos
y del reo el histérico ¡ay!,
y el crujir de los nervios rompidos
bajo el golpe del hacha que cae,
          son mi placer.
Y al rumor que en las piedras rodando
          hace, al caer,
          del triste saltando
la hirviente cabeza de sangre en un mar,
allí entre el bullicio del pueblo feroz
mi frente serena contemplan brillar,
tremenda, radiante con júbilo atroz
          que de los hombres
          en mí respira
          toda la ira,
          todo el rencor:
          que a mí pasaron
la crueldad de sus almas impía,
y al cumplir su venganza y la mía
          gozo en mi horror.

Ya más alto que el grande que altivo
con sus plantas hollara la ley
al verdugo los pueblos miraron,
y mecido en los hombros de un rey:
          y en él se hartó,
embriagado de gozo aquel día
          cuando espiró;
          y su alegría
su esposa y sus hijos pudieron notar,
que en vez de la densa tiniebla de horror,
miraron la risa su labio amargar,
lanzando sus ojos fatal resplandor.
          Que el verdugo
          con su encono
          sobre el trono
          se asentó:
          y aquel pueblo
          que tan alto le alzara bramando,
          otro rey de venganzas, temblando,
          en él miró.

En mí vive la historia del mundo
que el destino con sangre escribió,
y en sus páginas rojas Dios mismo
mi figura imponente grabó.
          La eternidad
ha tragado cien siglos y ciento,
          y la maldad
          su monumento
en mí todavía contempla existir;
y en vano es que el hombre do brota la luz
con viento de orgullo pretenda subir:
¡preside el verdugo los siglos aún!
          Y cada gota
          que me ensangrienta,
          del hombre ostenta
          un crimen más.
          Y yo aún existo,
fiel recuerdo de edades pasadas,
a quien siguen cien sombras airadas
          siempre detrás.

¡Oh!, ¿por qué te ha engendrado el verdugo,
tú, hijo mío, tan puro y gentil?
En tu boca la gracia de un ángel
presta gracia a tu risa infantil.
          !Ay!, tu candor,
tu inocencia, tu dulce hermosura
          me inspira horror.
          ¡Oh!, ¿tu ternura,
mujer, a qué gastas con ese infeliz?
¡Oh!, muéstrate madre piadosa con él;
ahógale y piensa será así feliz.
¿Qué importa que el mundo te llame cruel?
          ¿Mi vil oficio
          querrás que siga,
          que te maldiga
          tal vez querrás?
          ¡Piensa que un día
al que hoy miras jugar inocente,
maldecido cual yo y delincuente
          también verás!

POESÍA. "El mendigo", de José de Espronceda (1808-1842)

José de Espronceda
EL MENDIGO
Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan si doliente pido
una limosna por amor de Dios.

El palacio, la cabaña
          son mi asilo,
si del ábrego el furor
troncha el roble en la montaña,
o que inunda la campaña
el torrente asolador.

Y a la hoguera
me hacen lado
los pastores
con amor.
Y sin pena
y descuidado
de su cena
ceno yo,
o en la rica
chimenea,
que recrea
con su olor,
me regalo
codicioso
del banquete
suntüoso
con las sobras
de un señor.
Y me digo: el viento brama,
caiga furioso turbión;
que al son que cruje de la seca leña,
libre me duermo sin rencor ni amor.
     Mío es el mundo como el aire libre...

Todos son mis bienhechores,
          y por todos
a Dios ruego con fervor;
de villanos y señores
yo recibo los favores
sin estima y sin amor.

Ni pregunto
quiénes sean,
ni me obligo
a agradecer;
que mis rezos
si desean
dar limosna
es un deber.
Y es pecado
la riqueza:
la pobreza
santidad:
Dios a veces
es mendigo,
y al avaro
da castigo,
que le niegue
caridad.
Yo soy pobre y se lastiman
todos al verme plañir,
sin ver son mías sus riquezas todas,
qué mina inagotable es el pedir.
    Mío es el mundo: como el aire libre...

Mal revuelto y andrajoso,
          entre harapos
del lujo sátira soy,
y con mi aspecto asqueroso
me vengo del poderoso,
y a donde va, tras él voy.

Y a la hermosa
que respira
cien perfumes,
gala, amor,
la persigo
hasta que mira,
y me gozo
cuando aspira
mi punzante
mal olor.
Y las fiestas
y el contento
con mi acento
turbo yo,
y en la bulla
y la alegría
interrumpen
la armonía
mis harapos
y mi voz:
Mostrando cuán cerca habitan
el gozo y el padecer,
que no hay placer sin lágrimas, ni pena
que no transpire en medio del placer.
    Mío es el mundo; como el aire libre...

Y para mí no hay mañana,
          ni hay ayer;
olvido el bien como el mal,
nada me aflige ni afana;
me es igual para mañana
un palacio, un hospital.

Vivo ajeno
de memorias,
de cuidados
libre estoy;
busquen otros
oro y glorias,
yo no pienso
sino en hoy.
Y do quiera
vayan leyes,
quiten reyes,
reyes den;
yo soy pobre,
y al mendigo,
por el miedo
del castigo,
todos hacen
siempre bien.
Y un asilo donde quiera
y un lecho en el hospital
siempre hallaré, y un hoyo donde caiga
mi cuerpo miserable al espirar.

Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan, si doliente pido
una limosna por amor de Dios.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

POESÍA. ROMANTICISMO. "No digáis que..." (Rima IV), de Bécquer (1836-1870)

Gustavo Adolfo Bécquer

RIMA IV
No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
        habrá poesía.


Mientras las ondas de la luz al beso
        palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
        de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
        perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
        ¡habrá poesía!


Mientras la ciencia a descubrir no alcance
        las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
        que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
        no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
        ¡habrá poesía!


Mientras se sienta que se ríe el alma,
        sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
        a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
        batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
        ¡habrá poesía!


Mientras haya unos ojos que reflejen
        los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
        al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
        dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
        ¡habrá poesía!


Encargada del comentario oral: IRENE CANOVACA PÉREZ

POESÍA. ROMANTICISMO. "Tú eras el huracán..." (Rima XLI), de Bécquer (1836-1870)

Gustavo Adolfo Bécquer

RIMA XLI

Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o que abatirme...!
        ¡No pudo ser!


Tú eras el océano; y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén.
¡Tenías que romperte o que arrancarme...!
        ¡No pudo ser!


Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
        ¡No pudo ser!


Encargada del comentario oral: LAURA MARÍA BARRERA ALCALDE

POESÍA. ROMANTICISMO. "Olas gigantes..." (Rima LII), de Bécquer (1836-1870)

Gustavo Adolfo Bécquer

RIMA LII

Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
        ¡llevadme con vosotras!


Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
        ¡llevadme con vosotras!


Nube de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
        ¡llevadme con vosotras!


Llevadme, por piedad, a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
        con mi dolor a solas!


Encargada del comentario oral: LORENA BAÑOS CAMBA